El pasado día 4 de junio se cumplió
el 50 aniversario de la creación del Servicio Jerarquizado de Medicina Interna (S.M.I.)
de la Residencia Sanitaria “Manuel Lois García”, de nuestra capital.
A principios del año 1969 el director
del Centro, Don Alejandro González de Canales, consultó con varios
especialistas médicos onubenses, de renombrada fama y experiencia, para ser
jefe del servicio. Finalmente, a mediados del mes de abril, se designó a Don
Antonio Cabello Otero, cardiólogo, nacido en 1911, en Minas de Riotinto, para
ser el fundador y primer jefe del SMI. Don Antonio era hombre educado, culto,
liberal y bien formado médicamente pues había estudiado en Madrid en una época,
la de la II República, en la que la Universidad Central continuaba con el
esplendor que desde lustros antes ostentaba, con buenos maestros que formaban a
los alumnos a la vez en Medicina y en estilo de vida. Él aparentaba ser más
serio de lo que en realidad era, tal vez porque por sus venas corriera sangre
gallega presentando, por ello, un peculiar sentido del humor.
En mayo nos comunicó a Juan Hidalgo y
a mí su deseo de contar con nosotros como médicos adjuntos del Servicio,
contratados, como él, por jornadas de seis horas. Una vez aceptado el
nombramiento en menos de 3 semanas dábamos comienzo a nuestra tarea.
Teníamos a nuestro cargo los
pacientes hospitalizados en las dos alas de la 4ª planta de la Residencia, cada
ala con 34 pacientes. en habitaciones de 2, 4 y 6 camas. Asimismo, atendíamos
las consultas que desde otras plantas nos hacían los diversos especialistas,
aún no jerarquizados. Además, íbamos formando, cada uno, una consulta
ambulatoria que, al menos inicialmente, servía para aliviar la sobrecarga de
trabajo en las salas de hospitalización. Contábamos con dos enfermeras por
turno (no siempre) y 2 o 3 auxiliares de clínica, personal que estaba bajo las
órdenes de Esperanza Teba, eficiente enfermera donde las hubiera. Al poco
tiempo se incorporó, a finales del verano, una administrativa, Piedad
Gutiérrez, igualmente eficiente y colaboradora.
Cada día se pasaba visita con Don
Antonio por la totalidad de la planta, acompañado siempre él por el adjunto
responsable de cada ala y también por el otro adjunto. De esa forma nuestro
trabajo se uniformizaba y el equipo funcionaba como tal. Pronto el trabajo
aumentó de forma tan considerable que nos obligaba a los adjuntos, para tener
todo preparado y en orden, las historias clínicas y sus comentarios al
corriente, todo hecho a mano, a ir al Servicio por las tardes. Así las cosas,
pedimos, a comienzos de 1970, que se nos concediera, al menos, una jornada de
trabajo de 8 horas que fue concedida al cabo de unos pocos meses y, con ella,
el ascenso a jefe de sección.
Respecto de la actividad médica
desarrollada en los dos primeros años de su existencia cabe destacar la
realización, entre otras exploraciones, de las primeras biopsias hepáticas y
renales que se hicieron en nuestra provincia, mediante agujas de Menghini y de
Silverman, la realización de electrocardiogramas seriados en pacientes
coronarios (no hubo UCI hasta 1976) y de fonomecanocardiogramas en pacientes
con cardiopatías valvulares, así como la introducción de tratamientos
novedosos, como la llamada “solución polarizante”, del mexicano Sodi-Pallarés y
los primeros tratamientos quimioterápicos para diversos tipos de leucemias
(metotrexate), fármaco que marcó el comienzo de la quimioterapia en oncología,
de forma que en la década de 1950 se empezó a usar para el tratamiento del
cáncer. La estancia promedio bajó de 19 a 11 días en los primeros 6 meses y los
casos desfavorables (altas voluntarias más fallecimientos) se redujeron en un
70%
A mediados de 1971 entró, también
como Jefe de Sección, Agustín Domínguez Macías, especialista de digestivo con
lo que la división del trabajo en el Servicio se hizo de forma más nítida: Juan
Hidalgo, como especialista de pulmón que era, se encargaba de los enfermos de
aparato respiratorio principalmente, yo como endocrinólogo de esta patología y
de los pacientes cardíacos que, ayudado por don Antonio, me encargó estos
pacientes y Agustín Domínguez, obviamente, se dedicó a los pacientes de
digestivo.
En momentos posteriores fueron
entrando, como adjuntos, Eduardo García Fernández, José Román Morilla, Antonio
Sánchez González, Manuel Tirado Domínguez y un largo etcétera.
Aquellos años, años dorados del SMI,
fueron recordados el pasado 4 de junio en una comida celebrada en mi terreno de
“Las Moreras”, a la que asistimos Juan Hidalgo y yo, como “fundadores”
supervivientes acompañados por Agustín Domínguez, José Román y Antonio Sánchez,
con sus respectivas esposas. Tuvimos un emocionado recuerdo de aquellos
compañeros, médicos y resto del personal, que ya no están entre nosotros y que,
junto a los supervivientes, formamos un verdadero equipo profesional y humano,
bajo la inteligente supervisión de su primer e inolvidable jefe de servicio,
Don Antonio Cabello Otero.

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